En defensa de los caligramas

En México conoceríamos los caligramas gracias a José Juan Tablada; poeta, periodista y diplomático reconocido como el iniciador de la poesía moderna mexicana.

Lucía Izquierdo [i]

Los caligramas son los escritos, regularmente poéticos, que incorporan el texto en una imagen tipográfica y ésta, a su vez, representa lo que dice el texto o complementa su significado. En otras palabras, son poemas en los que sus versos sugieren una forma gráfica y adquieren un efecto plástico.

Los caligramas surgen a principios del s. XX, específicamente en la década de los 20 (¿también viste el 2020?), dentro de la vanguardia conocida como “cubismo” literario, aunque podemos encontrar poemas futuristas que ya tendían hacia la representación visual.

Esta figura poética fue retomada exitosamente por los creacionistas, ultraistas y ha perdurado intermitentemente hasta cien años después, en el aciago 2020.

¿Por qué escribir caligramas en pleno siglo XXI? Si bien desde el principio de la escritura, hemos aprendido a representar el mundo con pictogramas, ideografías, de donde derivarían los alfabetos y la escritura tal como la conocemos, fue Guillaume Apollinaire quien, a principios del siglo XX daría forma a los caligramas como parte de la línea estética de la literatura cubista retomada de la caligrafía árabe.

Sin embargo, en México conoceríamos los caligramas gracias a José Juan Tablada; poeta, periodista y diplomático reconocido como el iniciador de la poesía moderna mexicana. Tablada, en 1890 viajó a Japón como parte de su quehacer político y se apropió de la estética plástica que buscaba encumbrar la naturaleza, así que tenemos a nuestro escritor mexicano creando caligramas en los mismos años que Guillaume Apolinaire.

Y me puedes decir, “sí, todo muy bonito, pero eso fue hace más de 100 años, ¿por qué escribir caligramas ahora?”

Me gustaría decirte lo mismo que Oliverio Girondo expresaba en su Manifiesto:

“Frente a la impermeabilidad hipopotámica del honorable público. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático que momifica cuanto toca…. Martín Fierro sabe que todo es nuevo bajo el sol, si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo”[1].

Pero no pretendo confundirte, ni hacerte sentir con una visión hipopotámica del mundo y el siglo XX, sin embargo, hace 100 años también se encontraban en un momento histórico sin precedentes; un año biciesto que comenzaba en jueves, acorde al calendario gregoriano, cuyo 10 de enero dio paso al tratado de Versalles, con el que se puso fin a la primera Guerra Mundial y para el 15 de febrero Paul Valéry ya estaba publicando El cementerio marino y las vanguardias literarias exploraban nuevas vías para la expresión de un mundo completamente diferente del que recordaban, porque, a querer o no, se encontraban en el periodo conocido como La entreguerra.

Lo cierto es que en este 2020 estamos viviendo otra época sin precedentes, nuestra guerra no es contra otro país, aunque en enero de este año Estados Unidos estuviera coqueteando con esa idea para enfrentar a China, sin embargo, los incendios en Australia comenzaron por distraer a los medios y, finalmente, la pandemia por Sars-Cov-2 nos puso en guardia ante un enemigo común y desconocido que, de alguna manera, aún amenaza con terminar con gran parte de la humanidad a menos que se encuentre una vacuna o que generemos la inmunidad del rebaño (así o más nitzscheano).

Las expresiones estéticas son herederas de su tiempo, pero también retoman conceptos, ideas y líneas que nos dejaron como legado otras personas creativas que, a lo largo de la historia, se dieron a la tarea de experimentar y descubrir un medio literario que logre vincular su cosmovisión, sus formas de expresión, su tecnología y que exprese el mundo tal como lo sienten.

Pero ¿por qué caligramas? Retomando las palabras de mi bienamado Witkiewicz, La poesía que puede formar una representación teatral es un ejemplo de arte mixto que incluso leída, pero ante todo recitada, realiza la Forma Pura, mediante la síntesis de dos elementos diferentes: el sonido y la imagen”[2]. En el caso de los caligramas también estamos frente a un arte mixto que busca ser recitada y nos otorga imágenes, podríamos decir que también representan una Forma Pura del arte al que Witkiewicz hace alusión, sin embargo, la estructura misma del poema, permite obtener una lectura a partir de lo visual (como comunicación no verbal) y a partir de las palabras que se columpian en la imagen, como si fueran un flujo de conciencia que nos permite obtener una representación más completa del símbolo del poema mismo y nos muestra no sólo a través de figuras retóricas, sino a través de una imagen lo que nosotros, como autores, queremos que el lector aprecie.

Que si se usa más el verso libre, pues sí, y en su momento se usó mucho el soneto y la redondilla, los haikús, los tanka, los renga, el ditirambo yámbico y, cuentan, los alejandrinos, pero como todo, cada quién elige lo que le acomoda más y yo misma no puedo deslindarme de mi tendencia a apreciar imágenes, mi fascinación por Illustrator y el universo de posibilidades visuales que la tecnología nos otorga. Así que, si ya estamos en un momento histórico sin precedentes y contamos con el apoyo de la tecnología y la herencia lírica que nos viene de siglos, ¿por qué no seguir en la búsqueda de la poesía que mejor nos represente?

[1] Girondo, Oliverio, Manifiesto, En: Revista “Martín Fierro, Argentina,15 de mayo de 1924.

[2] Witkiewicz, Stanislaw Ignacy, Teatro, ensayos y obras dramáticas), Círculo d´Escritores, Madrid, 2015. p. 123.

[i] Lucía Izquierdo, México. 1987. Escritora y autora de los libros Uni-verso y Los Oficios Imposibles. Incluida en antologías de cuento y poesía como 16 historias (in)Trascendentes. Co-antologadora de Poetas de Reserva; antología de poetas de San Lorenzo Tezonco (UACM). Editora de las revistas C2, Ciencia y Cultura y la Revista Atlántika. Actualmente es directora de contenido en la agencia digital Passiko y docente en el Centro de Integración Educativa (CIE).

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