Segunda y última parte
Saúl Peña Rosas [i]
La primera parte la puedes leer en este link
En el camino, Don Raúl me fue platicando sobre su forma de vida, cuando decidió jamás pagar impuestos, no ver televisión, ni oír la radio. De trabajar, ni hablar, porque consideraba que no era necesario, decía que la vida se tiene que vivir como cada quién elija, sin miramientos, sin ataduras.
Muy pronto me di cuenta que Don Raúl era una persona cuerda pero con ideas, que a mi parecer, eran bastante raras, un tanto anarquistas.
Entre más me platicaba, más intrigado estaba. Me dejó anonadado cuando me dijo que su hermano era pensionado de la extinta Compañía de Luz y Fuerza y que tenía un ingreso mensual “bastante considerable”, así lo nombró él.
—Gabriel tenía sus centavos, pero desde que se jubiló le gusto eso de la recolección de chácharas. Ya nadie lo pudo parar, a pesar de que muchas veces le dije que no era necesario que hiciera eso. Siempre me contestó: “No te metas en mi vida”. Desde entonces deambulaba por las calles y se quedaba ahí por semanas.

Simplemente estupefacto, tuve que interrumpirlo, aunque la charla era intrigante. Necesitaba saber más acerca de la muerte de Gabriel, así que di paso a más preguntas.
—¿Sabe si su hermano padecía de alguna enfermedad que le pudiera ocasionar la muerte?
Con la mano en la barbilla y el ceño fruncido, contestó,
—Eso no se lo puedo contestar, porque es muy difícil identificar cuándo una persona, con las fachas de mi hermano, está enfermo o goza de buena salud, véame a mí, ¿usted podría asegurarme sí me veo enfermo o sano? Porque una cosa es estar sucio, revolcado, mal oliente y otra cosa estar enfermo, así que no podría responderle eso.
Tenía tantas ganas de preguntarle por qué había decidido vivir así, pero era prioridad recabar la mayor información acerca de Gabriel y su muerte en la cisterna, de manera que seguí preguntando.
—¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
Ya un poco más relajado, me respondió.
—Tendrá como unos ocho días, lo escuché porque tiro unas cajas apiladas a media noche y supongo que ha de haber despertado a los vecinos, hizo mucho ruido. Después de esa ocasión no supe de él hasta hoy en la madrugada que lo vi muerto. Lo supe por el olor.
Aunque yo no era quien tenía que realizar todas esas preguntas, quise hacérselas. Por algún motivo me imaginé que algo parecido le iban a preguntar. Estaba preocupado por él. Algo me decía que hablaba con la verdad, pero a la vez no dejaba de estar confundido.
Lleno de dudas, me puse a pensar ¿Qué hacía él a esas horas de la madrugada en el patio de su casa? Si se presentó a las cuatro de la mañana al ministerio público, imaginé que a su hermano lo tuvo que haber encontrado alrededor de las tres y media de la mañana. Así que tuve que preguntar.
—¿A qué hora encontró a su hermano?
Volteó su rostro hacia a mí y me dijo.
—Debió haber sido como a las dos de la mañana
Nuevamente un mar de dudas pasaban por mi mente, sabía que algo no encajaba. Si lo había encontrado a los dos de la mañana ¡porqué se presentó hasta las cuatro! Así que continué el interrogatorio.
—Y ¿Qué hacía a las dos de la mañana en el patio de su casa?
Con una mueca en la cara y los ojos de rendija me contestó un tanto serio.
—Ya le dije que buscaba el recibo del agua.
Obviamente surgieron pensamientos en mi cabeza que lo implicaban directamente con la muerte de su hermano. ¿El recibo del agua, a las dos de la mañana, sin energía eléctrica que alumbre el patio? Pensé que si no pagaba servicios, obviamente no tendría luz. Algo definitivamente no encajaba.
Opté por dejar las preguntas al personal competente; sin embargo, jamás había estado tan intrigado de saber el desenlace y conocer el lugar de los hechos. Quería que alguien me explicara cómo este hombre con tanta lucidez y lenguaje estructurado, había llegado a este estado de descuido.
Llegamos a su domicilio a las 12:45. Aproximadamente una veintena de vecinos estaban afuera, en la acera, algunos recargados en los vehículos, otros en la pared y la mayoría de ellos permanecían sentados en la banqueta.
Otra vez no encontré lugar para estacionarme, cuando don Raúl se percató de esto, me pidió que detuviera la marcha del vehículo frente a un local comercial de reparación de motores de carro. Chifló largo y corto, cuando la persona que estaba en el taller volteó, él le dijo,
—Javier hazme el favor de quitar uno de tus carros para que el licenciado que me acompaña se estacione.
El tipo se acercó como queriendo husmear dentro y fuera del vehículo. Después de observarnos detenidamente, mencionó.
—Cómo no mi hermanito, ahorita mismo lo quito, y ya sabes eh, lo que se te ofrezca, avísame donde lo van a velar o qué hay que hacer. Tú sabes que aquí todos te apreciamos y también apreciábamos mucho a Gabriel.
No es por pensar mal verdad, pero sabía que el mecánico no había sido sincero, lo noté desmedido, exageradamente amable, algo no andaba bien.
Tuvimos que abrirnos paso de entre los vecinos y curiosos, detrás de nosotros ya venía el personal del ministerio público y la cruz verde. Llegamos hasta un zaguán Negro y ya olía a muerto, don Raúl ya tenía en la mano las llaves de la cerradura.
Abrió la puerta, el panorama más desolador estaba frente a mí. Montañas y montañas de basura, entre cartones, botellas de vidrio y plástico, fierros viejos, muebles, latas de aluminio y juguetes dañados. Fue como entrar a la fortaleza del desperdicio. Por su puesto el olor a tiradero y muerto predominaban en el lugar.
Nos fuimos abriendo paso por pequeños pasillos formados por basura, de apenas medio metro. Recuerdo perfectamente que uno de los servidores públicos que nos acompañaba, sencillamente no pudo entrar por su complexión obesa.
Ratas e insectos atravesaban por nuestros pies. Finalmente llegamos hasta la cisterna y el olor era insoportable, no podía contener las ganas de vomitar hasta que me tapé la boca y la nariz con mi propia ropa.
Los servidores públicos empezaron con su trabajo, sacaron ediciones fotográficas y hablaban entre ellos de lo complicado que sería sacar el cuerpo y llevarlo hasta al Servicio Médico Forense.
Mi trabajo allí había concluido porque sólo consistía en hacer que las autoridades competentes le atendieran. Ya lo había logrado.
Saqué unas cuantas fotografías y me dispuse a realizar mi reporte, por su puesto abandoné el lugar de los hechos pidiéndole a don Raúl que me acompañara a la calle. Me fue guiando de regreso a través de ese laberinto inhóspito y lleno de fauna nociva.
Cuando por fin estuvimos en la calle, le comenté que mi labor había concluido, no sin antes mencionarle que regresaría en unos días para platicar con él. Eso ya no era necesario, pero no quise quedarme con la duda de saber por qué vivía en esas condiciones. Agradeció mi ayuda y me dio una tarjeta de presentación vieja y amarillenta que decía: “Raúl Pérez Jácome, Gestor de ruta”. Eso sólo hizo que me intrigara más.
De vuelta al trabajo pensaba en cómo iba a iniciar mi reporte, porque, aparte de la inexperiencia, sencillamente no sabía por dónde comenzar. Recuerdo haber entregado un parte de novedades de tres cuartillas que posteriormente fue resumido en sólo dos párrafos. Mi jefe me reprendió diciéndome que debería de ser conciso y ya en su oficina me comentó.
—No quiero la historia de don Raúl, limítate a poner, por qué se le dio la atención y cómo lo resolviste.
Pensé que estaba inmerso dentro del reporte entregado, pero cuando leí el parte de novedades final, supe que había escrito cosas que realmente no tienen relevancia para esos fines. Desde entonces creo que ya me gustaba escribir.
No quise quedarme con la duda y dos semanas después lo fui a buscar. Cuando llegué estaba en la calle platicando con aquel mecánico que me pareció poco honesto. Me miró y enseguida me dijo.
—Licenciado ¿Cómo está?
Sentí las miradas de los presentes, había alrededor algunos de sus vecinos que al mirar mi arribo, en un vehículo oficial, se acercaron. Sólo me limité a responder la pregunta.
—Estoy bien don Raúl, muchas gracias y ¿usted?
Tenía tantas ganas de saber en qué había concluido todo, si le habían fincado alguna responsabilidad. ¡Quería saber porqué vivía así!
De manera muy respetuosa me alejó de los curiosos y me dijo.
—Antes que nada quiero agradecerle por todo lo que hizo por mí, porque ya llevaba rato en el MP y no querían atenderme. Sabe usted, las personas como yo siempre somos ignorados y mal vistos, pero yo no le hago daño a nadie.
¡Al grano! Me dije a mi mismo, porque la curiosidad me mataba.
—¿Qué le dijeron, en qué quedó todo?
Se puso de espaldas en un árbol, flexionó su pie derecho, se recargó y me explicó.
—Pues resolvieron que mi hermano murió por un infarto al corazón, se tardaron cuatro días en entregarme su cuerpo, estuve a punto de pedir nuevamente su ayuda, después me enteré que así son los trámites de tardados. Con estos burócratas no queda más que esperar hasta que se les hinche su gana.
Mi primer duda estaba resuelta, pero no la más inquietante. No sabía cómo preguntarle acerca de su vida, de manera que tuve que ser muy directo.
—Don Raúl y ahora ¿Qué es de su vida, a qué se dedica?
Mantengo en la mente ese rostro de desconcierto que puso.
—¿Yo joven? Pues mi vida es la misma, no me dedico a nada, tampoco dependía de lo que mi hermano recibía, él siempre fue muy discreto con sus ingresos, en realidad nunca supe qué le hacía a su dinero.
Pero, ¿De qué se mantiene, no tiene usted familia?
—No, nunca tuve esposa ni hijos, creo que no puedo porque novias sí tuve y hasta ahorita nadie me ha reclamado la manutención de algún chamaco. Respecto a cómo sobrevivo, pues nunca falta quien me arrime un taco, creo que los vecinos siguen esperando a que me muera para invadir mi predio, por eso son amables conmigo ja ja ja. Hago de vez en cuando trabajos de albañilería, así me voy ganando unos centavos, para mí solo, es suficiente.
Sabía que su casa era bastante grande, ubicada en una esquina donde tenía dos accesorias con las cortinas de fierro oxidadas y pasto en las rendijas producto de la falta de uso. Así que tuve que ser aún más directo.
—Don Raúl, tiene dos accesorias en la esquina, ¿Nunca ha pensado en rentarlas y de ahí sacar para vivir más desahogado?
Él sonrió un tanto ocurrente y respondió.
—Nunca haría eso por ningún motivo joven, ya tuve una experiencia hace veinte años y me costó un trabajo sacar al malparido que puso una cremería y no me pagaba la renta. Siempre me decía, “tráeme al dueño, a ti no te voy a pagar nada, pinche mugroso”. Fueron los vecinos los que me ayudaron a echarlo, aquí a la vuelta vive un abogado que me conoce bien y él me ayudo sin cobrarme un solo peso.
No quise indagar más, sabía que me encontraba frente a una persona que decidió vivir así, rompiendo muchos paradigmas. Sin juzgarlo, decidí hacerle la última pregunta.
—La tarjeta de presentación que me dio don Raúl, donde dice que es gestor de ruta ¿Qué pasó con esa actividad?
Se le vio un brillo en los ojos y con un tono pausado pero firme, dijo,
—Eso fue hace 35 años, mi madre aún vivía y estaba orgullosa del trabajo que desempeñaba, para ella no era un gestor, sino un abogado. Yo estuve como usted, atendiendo los problemas de las personas que requerían mi ayuda, sólo con la diferencia que yo trabajaba para una ruta de chimecos que aún atraviesan por todo el municipio, me encargaba de auxiliarlos en los choques y diferentes situaciones embarazosas en las que se metían. A varios de ellos los libré de pisar la cárcel. Yo sabía de leyes, pero la burocracia, la corrupción y la falta de honestidad de las personas me llevaron al hartazgo. Desde hace mucho tiempo vivo así, como quiero vivir, y me importa un comino lo que la gente piense de mí. Y usted joven ¿En realidad se dedica a lo que quiere, o simplemente va por donde la corriente lo lleva?
Ese día me fui con más preguntas que respuestas. Generalmente sólo juzgamos el exterior de las personas, pero cada una de ellas tiene las más profundas razones de ser como es, aunque a veces no es socialmente aceptado.
[i] Saúl Peña Rosas es Licenciado en Comunicación y Cultura por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y publicó su primera novela El día de tu muerte.
Tal vez te interese La cruda
Es una historia bastante interesante, y de fácil lectura, que nos lleva a pensar, porqué se decide un estilo de vida, o qué circunstancias lo llevan a un estilo de vida diferente.
clomid tablet b, c Plasma glucose and epinephrine concentrations
Haberler ve güncel gelişmeler, gündemden ekonomiye son dakika haberler Türkiye’nin en çok takip edilen flaş haber sitesi burada
profesyonel hurdacı firmalar içinde firmamızı tercih edenler kurumsal istanbul hurdacı firması ile hurda alım satımı yapmaktadır
2022 Apr; 192 2 435 445 zithromax over the counter
istanbul hurdacı istanbul hurdacı firmasıyız hurdacı istanbul hurdacı hurda fiyatları ile yerinden hurda alan istanbul istanbul hurdacı firmasıyız beyoğlu hurdacı https://bit.ly/beyoglu-hurdaci-telefonu