Peluquería

Estética unisex (peluquería, salón de belleza, barbería)

En pandemia, hay quienes se han visto obligados a realizar la odisea de ir a una estética de a de veras, siguiendo las precauciones de sana distancia.

Karla Montalvo [i]

Durante la pandemia el fenómeno denominado espacio camaleónico transdisciplinario —la mutación de unos lugares en otros— no presenta resistencia alguna para volver la sala en un parque de diversiones o en un salón de yoga, la cocina en un laboratorio para el curso de verano ni la recámara en sala de juntas o recinto legislativo. La transfiguración del hogar en estética, por su parte, genera dudas y miedos, y, por eso, es una de las mutaciones más tardías durante la cuarentena y, en algunos casos, nunca llega a darse.

            Durante meses los hombres no pueden evitar que el pelo y, en algunos casos, la barba se expresen con libertad, lo que ha logrado una propagación alarmante de seres tipo Ringo Star en El cavernícola, Tom Hanks en Náufrago o Leonardo DiCaprio en El renacido. Esto contribuye a exacerbar la sensación de catástrofe en el ánimo colectivo. Cuando el pelo es quebrado surge algo así como una planta de hojas grandes sobre la cabeza; cuando es chino, un casco de fórmula uno. Para los eventos importantes, tras lavar y secar todo ese pelo, hay quien recuerda a la pantera rosa tras salir de la secadora. Esponjado, entre el pelo y la barba, sus ojos se achican y la boca y las orejas desaparecen.

            Por ello, hay quienes se han visto obligados a realizar la odisea de ir a una estética de a de veras, siguiendo las precauciones de sana distancia. —La pandemia no es el único factor que convierte la ida a la peluquería en una gran aventura, ahí está Cosmópolis de Don DeLillo para demostrarlo—. Otros más optan por usar distintos tipos de gorras para ocultar el desenfrenado crecimiento capilar, lo que ha traído consigo también un número importante de personas que parecen, sin serlo, raperos, alpinistas o Tom Cruise en Misión imposible.

versión de the haircut
Imagen con licencia Creative commons. de «El corte de pelo (Versión de ‘The Haircut’ de Regina Pagles )» by Jaime Nicolau 

Entre las mujeres se han documentado casos de extrema creatividad en la elaboración de diseños inesperados y coloridos con pañoletas amarradas a la cabeza; algunos incluso recuerdan, en versión latina, los gorros para nadar de Esther Williams. Y le fenómeno Rapunzel, claro, prolifera.

            Desde la filosofía, gente como Alejandra Rivera y Bili López sostienen que no debe temerse a la transmutación de la casa en estética; al contrario, dicen, es un paso importante para adquirir autoconfianza y entregarse al devenir de la existencia y el tiempo. Elementos que se resumen en la célebre aseveración de López: piensa que, al fin y al cabo, el pelo volverá a crecer. Bajo este principio López, Rivera y sus seguidores propugnan por cortar el pelo de formas cada vez más creativas y arriesgadas. Estamos ante una suerte de vanguardias capilares. Sin embargo, corrientes más conservadoras, afirman que jamás se debe dejar a la pareja, al hijo o a la roomie tomar las tijeras; la autosuficiencia está en despuntarse una misma.

La corriente conservadora pone en el centro de esta actividad a las máquinas eléctricas. Éstas, cual podadoras, resultan más manejables para quienes se inician en este arte, que las definitivas y, valga la redundancia, tajantes tijeras. Las vanguardias, en cambio, siguen una combinación de técnicas que incluyen, además de la máquina y las tijeras, una navajita.

Según estudios recientes, el corte para mujeres más fácil y que obtiene los mejores resultados es el bob. Una de las técnicas más usadas consiste en amarrar el pelo a la altura de la nuca en una coleta y cortarlo en línea horizontal. El pelo queda más largo adelante y corto atrás. La asimetría trae consigo una apariencia actual, que contrasta con la propia de la pandemia que remite, más bien, a la antigüedad o incluso a lo primitivo.

Para muchos y muchas, dejarse cortar el pelo por un cohabitante es entregarse al vacío. Se trata de una vivencia extrema de libertad y de confianza en la otra o el otro. Lo cual no deja de entrañar una paradoja: la persona se libera del juicio ajeno a través de confiar radicalmente en alguien más.

Ser quien corte, por otro lado, es completamente distinto. Si bien se puede experimentar la libertad creadora apuntada por López, Rivera y los suyos, también es cierto que es una gran responsabilidad y la persona en cuestión ignora si sus acciones desatarán la ira o la depresión en quien prestó por unos minutos su cabeza. —No a todas ni a todos consuela la consigna: ya crecerá.— Elemento que, nunca se sabe, podría desembocar en una ruptura definitiva o, incluso, algo mucho peor. Así, cortar el pelo sin entrenamiento requiere no sólo de creatividad sino también de valor y precisión. Es importante fluir con la cabeza de la otra persona y no hacer movimientos demasiado drásticos, aunque tampoco se debe caer en la timidez o en la indecisión.

Algunos estudios demuestran que después del miedo inicial, quien corta el pelo puede caer en algo así como una compulsión cortadora y terminar correteando su obra por toda la casa suplicando que le deje hacer ajustes o retoques para alcanzar la simetría perfecta. Esto podría devenir, en caso de alcanzar y convencer a la persona en cuestión, en dejar la cabeza sin pelo alguno, cuestión que, por otro lado tampoco garantiza la simetría —no faltan los hundimientos, los cráneos aplanados o fuera de eje—.

Sin embargo, ese no es el mayor peligro del hogar vuelto estética. Se tienen noticias de personas que, tras recibir halagos por su trabajo, consideran cobrar por sus servicios debido al exceso de autoconfianza adquirida. De ser una actitud generalizada, la teoría sobre el corte de pelo en casa como una acción anticapitalista de resistencia, será insostenible. Los datos, no obstante, son preliminares y el debate sigue abierto.

[i] Karla Montalvo, escribe ensayo, cuento y novela. Publicó el libro de ensayos Los personajes que soy (Tierra Adentro) en 2005 y su primera novela, Veritas vincit, fue mención honorífica en el Premio Binacional Valladolid de novela en 2019 y en el Premio Dolores Castro en 2020. Ha sido incluida en antologías como Historias para animales escondidos (Lugar común, 2020), 16 Historias (in)Trascendentes (Lugar común, 2019), Veinte años de ensayo en el FONCA (Conaculta, 2011) y Dos escritores secretos.Ensayos sobre Efrén Hernández y Francisco Tario (Tierra Adentro, 2006). Es licenciada en literatura latinoamericana y maestra en letras modernas por la Universidad Iberoamericana. En 2001 y 2005 obtuvo la beca de jóvenes creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en las áreas de ensayo y novela, respectivamente. En el 2014, como parte del programa de Residencias artísticas del FONCA, hizo una estancia en el Banff Centre en Alberta, Canadá. Es profesora e investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en la licenciatura de Creación literaria.

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