Mentiras

Pedro, el choro

Pedro, siempre se adornaba en sus pláticas y relatos, dándoselas de erudito, manejando a la perfección, según él, cualquier tema, inventaba historias donde él era especialista en resolver problemas y brindar consejos a quien más los necesitaba.

Saúl Peña Rosas [i]

Creo que todos en un momento de nuestra vida, hemos recurrido a las mentiras como un acto de evasión o para ocultar algo que consideramos, pudiera ponernos en riesgo. Sin embargo, me atrevo a pensar que también la gran mayoría de las personas hemos tenido a algún amigo, familiar o conocido que suele exagerar sus anécdotas, o definitivamente miente de manera descarada en sus relatos, como si se tratase de una gran competencia de mentiras.

Esto por lo general pasa cuando alguien aborda un tema, el que sea, y enseguida el o la protagonista de este tipo de historias, según sea el caso, mencionan que  ya tienen experiencia al respecto, maximizando sus hazañas, obviamente asumiendo el papel principal en la historia, casi casi llegando a ser los salvadores del mundo. Básicamente se conciben como los sabelotodo, pero a base de puros imaginarios o mentiras como su principal materia prima.

Muchas veces, los que estamos acostumbrados a tratar con este tipo de personas, únicamente les damos por su lado poniendo entre dicho todo lo que dicen. No obstante, en realidad mentir de manera reiterada y exagerada puede ocasionar graves problemas para los mentirosos y para las personas que engañan. Y si no me creen, para muestra un botón.

Mi ex compañero de trabajo, Pedro, siempre se adornaba en sus pláticas y relatos, dándoselas de erudito, manejando a la perfección, según él, cualquier tema, inventaba historias donde él era especialista en resolver problemas y brindar consejos a quien más los necesitaba. La verdad es que daba pena ajena, pues todos nos dábamos cuenta de la cantidad de mentiras que decía ¡Eso sí! Las decía con una firmeza que parecía convencerse a sí mismo. Contaba tantas veces las mismas historias, que ya se las sabía de memoria con lujo de detalle, esto le permitía engañarse y en ocasiones engañar a quien se le ponía enfrente.

Una vez, estando en la empresa para la cual laboramos, reunidos con algunos jefes de área, uno de ellos preguntó si alguien sabía manejar un programa de diseño sumamente complicado, él como siempre se adelantó a todos y dijo: “yo, yo puedo hacerlo”.

Todos nos quedamos sorprendidos porque conocíamos de sobra que no era capaz ni de realizar pequeñas operaciones en Excel, sabíamos perfectamente que al momento de mostrar sus supuestos conocimientos iba a quedar en ridículo.

Como era de esperarse le encomendaron una tarea muy importante con el fin de comprobar sus conocimientos, le ofrecieron una nueva oficina donde tendría que trabajar y demostrar sus habilidades para operar dicho programa. Después de un par de horas de incertidumbre y con todos los compañeros a la expectativa, salió argumentando que el software había sido actualizado y que él ya no contaba con los conocimientos suficientes para su manejo, de manera que se declaraba incapaz de realizar dicha encomienda. Yo estaba seguro que ni siquiera sabía lo que significa la palabra software, pero Pedro era tan habilidoso para utilizar palabras técnicas que de repente apantallaba a las personas.

Había jugado sus cartas y  aparentemente eso lo libraría de no quedar en evidencia de sus nulos conocimientos técnicos. ¡Otra mentira más! Pero los allí expectantes sabíamos que algo tendría que hacer mal para que todo su teatrito se viniera para abajo en caída libre.

La gran sorpresa surgió cuando, con un gusto malsano, esperábamos a que se revisara su trabajo, para que se le pusiera en evidencia y al mismo tiempo en ridículo; sin embargo, pasó algo que nos hizo caer de espaldas, justamente como lo hacía aquel personaje del comic llamado Condorito cuando se veía en situaciones incrédulas. Resulta que los jefes determinaron que por su iniciativa fuera promovido como uno de los afortunados para la capacitación en el manejo de ese programa, y posteriormente sería asignado a otro departamento, donde ganaría más que los empleados promedio.

Mis compañeros y yo simplemente nos quedamos anonadados al saber que el gran mentiroso había conseguido un ascenso a base de engaños. La cosa no paró ahí porque todos sabíamos que en esa área les daban carro a los empleados porque ese personal tenía que moverse a diferentes partes de la ciudad, y nosotros que realizamos una tarea en el área de producción, ni una bicicleta merecíamos.  

No puedo negar que estaba sumamente molesto, por momentos pensé en levantarme de mi lugar, cruzar ese enorme pasillo hecho de escritorios, estantes y archiveros, para gritarle a los jefes que eran una bola de brutos, ingenuos e ineptos, por no decirles otra cosa. No es posible que un tipo así les haya tomado el pelo.

Y es que Pedro no sabía volar porque, según él, no quería. Para ponerlos un poco más en contexto, recuerdo bien que en la última fiesta de fin de año organizada por la empresa, estuvo un reconocido conductor de radio y televisión porque los dueños lo contrataron para que dirigiera el evento y nos diera unas palabras de motivación, con el fin de que siguiéramos esforzándonos en nuestro trabajo y así la empresa permaneciera en el rumbo del éxito y las finanzas sanas.

No sé cómo le hizo Pedro, pero pudo llegar hasta el conductor e intercambiar algunas palabras, después de varias canciones rifas y demás, el locutor dijo que tenía una sorpresa para todos, pidió que nos acomodáramos en nuestros asientos y se hizo un silencio expectante. Por un momento pensé que los dueños tomarían la palabra o algún directivo de alto abolengo.

—Señoras y señores, es para mí un gran placer presentarles a un colega que trabajó por muchos años en la radio de Acapulco, y que hoy es orgullosamente miembro de la flotilla de trabajadores de esta empresa. Brindémosle un fuerte aplauso al Licenciado Pedro Acosta Rosales quien nos dirigirá unas palabras de agradecimiento.

¡No era posible! Nuevamente Pedro salía a relucir, pero quiero aprovechar para aclararles algo, para empezar él no terminó ni el bachillerato y de locutor tenía lo que yo de piloto aviador.

Tomó el micrófono para agradecer a los directivos y dueños de la empresa el gran esfuerzo que estaban haciendo por conducir la empresa por el camino de la prosperidad y pidió un fuerte aplauso para ellos. Debo decir que todos nos levantamos de nuestro asiento y aplaudimos por más de un minuto.

Los que lo conocíamos supimos que era un gran impostor y charlatán, pero para la gran mayoría de las personas que laboraban en la compañía, pasó por una persona realmente importante que supo decir esas palabras en el momento preciso.

Mentiras
Fusión de imágenes con licencia Creative Commons

Desde entonces llegué a la conclusión de que era un mentiroso con suerte y que ya no valía la pena enojarse por un tipo así, al cual el destino le brinda todo lo bueno a cambio de sus mentiras. Por momentos pensé que la educación que me dieron mis padres había sido errada; educado a no mentir y cuando me sorprendían diciendo alguna mentira, dependiendo la gravedad de ésta, era reprendido en algunas ocasiones, desde la chancla hasta el cinturón.

En fin, ya estaba resignado a no ver caer a Pedro por sus mentiras, pareciera tener inmunidad al ridículo porque todo le salía bien, perfecto, excelente. Pensaba que por lo menos le debería pasar lo que al personaje de la fábula Pedro y el lobo, pero estoy seguro de que si él fuera el protagonista de esa historia, sí le harían caso todos los aldeanos, todas las veces que gastara la misma broma.

Me empecé a cuestionar mi actuar, me estaba envenenando el alma con este anhelo de algún día verlo caer, tanto, que hasta tuve que meditar al respecto, después de todo yo sabía que las mentiras son para la gente deshonesta que no tiene la capacidad de salir abantes con la verdad a cuestas. Eso me tranquilizó un poco y decidí no volver a enojarme por ningún mentiroso.

Quisiera decirles que así lo dejé y que no tuve el gusto de ver al gran mentiroso en apuros, pero hace poco me enviaron a una de las sucursales que está en la zona norte de la ciudad, ahí estaba Pedro, me saludó efusivamente como restregándome en la cara su nuevo puesto y su nuevo carro.

Por coincidencia estaban a punto de dar un mensaje relacionado a las medidas sanitarias de prevención para evitar el contagio del  Covid-19 a los pocos empleados que nos tocó laborar, ya que, desde que empezó la pandemia, asistimos por turnos y otros compañeros realizan su trabajo desde casa. Pues bien, a lo lejos alcancé a escuchar que una persona, que ahora sé, se trataba del supervisor de Pedro, le encomendaba dirigirse hacia sus compañeros para hablar sobre un tema que no alcancé a escuchar, como era su costumbre tomó el micrófono y ya estaba puesto para decir cosas relacionadas sobre el infame virus, cuando, por sorpresa fue el supervisor quien tomó el micrófono y abordó el tema sobre las medidas de protección,  una vez terminada su intervención, pidió a Pedro que diera los detalles del programa de diseño en el que se supone ya había sido capacitado.

Pedro no supo qué decir, simplemente evasivas y justificaciones a su nulo conocimiento. Por momentos tartamudeaba, se aflojaba la corbata y se ponía de mil colores. Pero su supervisor no cedía, pareciera como si tuviera toda la intención de acabarlo frente a todos. Tanto fue el acorralamiento por parte del supervisor, que Pedro bajó de la tarima y dejó el micrófono abierto frente a la mirada recriminatoria de los pocos empleados que estábamos en el lugar, había esperado tanto ese momento que realmente me agarró por sorpresa. Entonces, lejos de disfrutarlo, sentí pena por él ¡Pues quién me entiende! Posteriormente me enteré que el supervisor tomó esa actitud, cansado de tantas mentiras de Pedro, simplemente vio la oportunidad de evidenciarlo y no lo dudó ni por un segundo. 

A Pedro no le fue tan mal, ya que lo mandaron al área de archivo, donde dicen, sigue inventando historias, pero después de lo que pasó, pocos son los ingenuos que creen sus falsos relatos o hazañas.

A mí me dejó la lección de no enfadarme por terceras personas, después de todo, a toda acción corresponde una reacción, y las cosas siempre caerán sobre su propio peso. Ahora trato de no enojarme por causa de gente mentirosa, considero que debe de haber un gran vacío dentro de ellos, que tienen la enorme necesidad de llenarlo con mentiras. Es una forma de posicionarse frente a los demás, aunque sé de sobra que tarde o temprano terminarán ahogados en un mar de mentiras. ¡Vaya, vaya! Así con los choros.

[i] Saúl Peña Rosas es Licenciado en Comunicación y Cultura por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, autor de varios relatos y de la novela El día de tu muerte.

Siguenos
Twitter
Visit Us
Follow Me
Instagram

22 comentarios en “Pedro, el choroAñade los tuyos →

  1. Excelente relato! Me encantó y efectivamente mucha gente llega así por sus innumerables mentiras! Hay una película que se llama asquerosamente rico y pasa algo parecido ,.Muchas gracias Saúl Peña Rosas te mando un caluroso abrazo y muchas Felicidades

  2. Tarde o temprano terminas pagando por tus acciones, así que no es bueno mentirle a nadie ni por más mínima que sea esa mentira y menos a alguien que te dio toda su confianza.
    Me gusto que al final tuviera su merecido, pero también lastima pero en fin eso le pasó por mentiroso el solito se lo busco.

  3. Me recuerda aquello que dice:
    SOY EL AMO DE MI DESTINO
    SOY EL CAPITÁN DE MI ALMA
    mantenerse con un comportamiento honesto es difícil, a veces hay que dejar pasar posibles ganancias, por no desviarse del camino, recto y honesto, gracias TEN SALUD 🖖

  4. Muy buen relato y pues siempre vamos incontrar jente así mentirosa es el clásico de yo te creo falta que tú te lo cres hay k ser honestos no hay mentira k no sea descubierta

  5. Esto me recordó a dos o tres conocidos, que tienen la verdad en todo…. Excelente lectura, hace que la imagunación vuele y veas a ese Pedro, que todos conocemos

  6. Y pensar que es muy común esta actitud, viviendo en una sociedad como la nuestra, en donde se compite a expensas de lo que sea. Cuestion de valores

    1. Desafortunadamente en la competencia por ser el mejor Hugo obtener lo mejor existen muchos tramposo que también utilizan El engaño y la mentira como su materia prima.

      Gracias Elizabeth por leerme

  7. Agradezco a mis papás que me enseñaran a decir la verdad, nunca me pegaron, pero si vi como llegaban a zumbarse algunos de mis hermanos por decir mentiras, y siempre que encuentro alguien así, le digo y cuando despertaste estabas miado verdad?, Yo creo que en este sentido si ay que poner en su lugar al que miente ya que es una de las pocas cosas que podemos corregir, creo yo o no?, Pero también tu relato me hizo recordar al chucho fantasías y eso es muy grato, porque nos mataba de risa, jejeje, saludos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial
Twitter
Visit Us
Follow Me
Instagram