Verónica Almanza [i]
Una postal era una tarjeta rectangular de aproximadamente 10 por 15 cm, con una imagen y, al reverso, una breve descripción, unas líneas para la dirección y un espacio en blanco para escribir el mensaje del remitente al destinatario. En un inicio se consideraba que el reverso de la postal era la imagen misma. En la historia de la fotografía, la postal fue un recurso para dar a conocer acontecimientos históricos o distribuir imágenes prohibidas.
Las postales también se hicieron con pintura o dibujo, pero el gran invento tecnológico de la fotografía en 1839, junto con las técnicas de reproducción, estimularon el que las personas pudieran enviar muchas postales a sus conocidos y amigos. Con imágenes personales mandaban fotografías de su propio retrato y al reverso un mensaje de felicitaciones, saludos o buenos deseos. La postal se enviaba por el correo postal, de ahí su nombre, y con sólo un sello o timbre muy económico se pagaba el servicio, como si fuera una carta pero sin necesidad de sobre.
El desarrollo de la fotografía hizo que muchas imágenes fueran prohibidas, como los desnudos femeninos y masculinos, pero el tamaño postal permitió que estas imágenes viajaran de un país a otro y se distribuyeran entre los muchos compradores interesados.
Para el siglo XX, una postal podía ser un fragmento de la memoria histórica, un cuadro de identidad cultural, un paisaje urbano o rural, el retrato de una celebridad histórica, del cine o del mundo del espectáculo, un monumento, una estatua, una imagen religiosa o una imagen erótica.
De ese modo, para ilustradores y fotógrafos, la tarjeta postal fue un medio para sobrevivir con su arte. Incluso, la postal se convirtió en un objeto coleccionable. Las técnicas de coloración, impresión y fotomontaje, diversificó los motivos visuales, dando pie a la expresión de distintos estilos vanguardistas, como el surrealismo o el cubismo, por mencionar algunos.
La postal fue una forma de comercializar la fotografía. Por ejemplo, en la Revolución Mexicana, los diarios anunciaban que por 25 centavos se podían recibir 12 postales de los revolucionarios o de escenas revolucionarias; por un peso se ofrecían 70 postales.
Antes de la era digital y el Internet, era tradición enviar una postal por correo. Regularmente eran paisajes de los lugares que la persona visitaba durante su viajes. Ahora, en la era digital, es común compartir por redes sociales postales de buenos días, buenos deseos, superación personal, viajes y experiencias, entre otros.
En 1947 Edwin H. Land inventó la fotografía instantánea con las cámaras polaroid. Así que ya no había que esperar a revelar la película y hacer la impresión en un papel. En sólo un minuto las personas que tuvieran una cámara de éstas podían obtener la imagen revelada, casi al instante. Aunque ahora sabemos que lo verdaderamente instantáneo llegó con la era digital.
En esa época, la polaroid tuvo una demanda impresionante para uso doméstico y por ello se construyó la idea de que una instantánea era una imagen trivial o simple. Sin embargo, también se identificó a la instantánea como la imagen que sucede en un instante decisivo, un instante perfecto o improvisado, aquél del que hablaba Henry Cartier Bresson.
En México, los teléfonos inteligentes, con cámara fotográfica llegaron en el 2007. Y ya para el 2011 se reportaban más de 51 millones de usuarios; rápidamente, para el 2019 el crecimiento era de 71.3 millones de usuarios con acceso a Internet (INEGI, 2019).
Desde entonces, la abundancia de cámaras fotográficas a disposición masiva, nos ha permitido que de inmediato podamos compartir imágenes, como postales o como instantáneas.
[i] Verónica Almanza es profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Especialista en aprender para educar y educar para aprender.
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