"Escultura Chichimeca"

Tziktzik Janik

Ninguna duda me cupo de que tendría que arrojarme yo misma al vacío, después de haber visto cómo le arrancaban la piel de la cara a otra de las cautivas.

Carmen Ros [i]

Para Francesca Gargallo
(de guachichila a guachichila)

Sancta Diosa del manto azul, empujad mi cuerpo con el aliento vuestro.

En menos de lo que dura un resuello ya me habré despeñado. Los cautivos más revirados, en poder de los guachichiles, vivos o muertos, los vi caer en un santiamén cuando los lanzaban desde cualquier risco. En el aire, siento que peso menos que un águila, a pesar de la criatura que cargo dentro ¿o acaso ya soy un ánima?

            Ninguna duda me cupo de que tendría que arrojarme yo misma al vacío, después de haber visto cómo le arrancaban la piel de la cara a otra de las cautivas, una otomí que raptaron en San Francisco de Acámbaro, junto conmigo, cuando entraron al pueblo para robar caballos. En las horas que los guachichiles nos traían a lo más abrupto de la sierra del Biscocho, ella intentó fugarse. El hombre que la había capturado de un golpe la puso sobre la tierra, se sentó cerca de ella, lo suficiente para ponerle un pie en el cuello, la tomó del pelo en dirección contraria al nacimiento, en la otra mano tenía el navajón de obsidiana. Se apeñuscaron otros para sujetarla. No quise mirar más. Me eché a correr, pero aun así el viento me acercó sus alaridos.

Fotografía de archivo Imagen99

¿Por qué me hacéis tardar tanto en recalar el hogar de la muerte, mi esperanza? 

Ya son muchos los jadeos que he dado mientras ruedo por los vientos, y no acabo de asentarme en los fondos del barranco. A trueque de ello, se me imponen memorias para solazarme del salto que di en esa peña que me pusisteis por enfrente, Virgen Purísima; y de la manada de coyameles que, por fineza vuestra, al mismo tiempo se cruzó en el camino. Los cazadores se echaron a correr detrás de las bestias. Chiquirinata, mi raptor, los otros hombres y las mujeres —atentos a los traqueteos y aullidos de los animales— se desentendieron de mi persona. Así me abristeis las puertas al cielo, Madre misericordiosa.  

Se me hace presente la imagen: estábamos por llegar a las Cuevas del Cubo, vi que una de ellos —era guachichila— parió sobre yerbas desharrapadas, cogida de unas ramas así de bajitas, levantó a su hijo y siguió caminando con la sangre escurriéndole por las piernas, como hacen las cabras. Ni ella pidió auxilio ni nadie hubo que se lo prestara. La mujer andaba en cueros como la criatura que traía en sus brazos, sin cobijo ninguno, ni siquiera el de una manta de ixtle.

 Divina Doncella, apurad vuestro soplo.  

Meses atrás, al verme el vientre crecido con su semilla adentro, creí que Chiriquinata, ya no me obligaría a correr para recaudar los animales que cazaba, ni a comérmelos crudos como es la costumbre de su gente. Pero el seno de estos chichimecas no conoce compasión.  Por el contrario, me forzó a presenciar cómo a uno de los cautivos que había intentado escaparse, le abrieron la piel de los brazos, lo desollaron vivo de las manos a los hombros, luego se pusieron a sacarle con gran remiro los nervios, para sujetar con ellos las puntas de unas flechas. Después de eso, ¿de dónde iba yo a sacar coraje para huir? 

"Escultura Chichimeca"
Escultura. Fotografía con licencia Creative commons

Madrecita, desde las nubes a las que vos subisteis, no demoréis mi despeño y llevadme luego en vuestro divino regazo.

Fotografía de la Virgen de la Asunción, con licencia Creative commons

En San Francisco de Acámbaro, algo alcancé a aprender de las lecciones de las letras latinas y las castellanas que daba vuestro franciscano, Fray Juan de San Miguel. Lo suficiente para hablaros, Divina Doncella, y hacerme entender por vos. Antes que las letras, él me enseñó la escritura de la música. Eso fue después de haberme oído cantar en el coro de Sancta María de Gracia, vuestra capilla. Entonar salmos en latines y rezar, decía el fraile, era lo mismo. Se me viene el recuerdo de sus palabras: “Niña, qué melodioso instrumento tenéis en la garganta, obsequiadle cánticos a Nuestra Señora”, y el azoro y el alborozo que mi corazón y mi entendimiento tan vivamente sintieron al escuchar al fraile.

Reina de ángeles, ¿por qué me dais ahora evocaciones que fueron regocijo vivo?   

Fray Juan de San Miguel convenció a mis padres de seguirlo hasta Acámbaro, no lejos de San Luis de la Paz, ni de Guanajuato. Mi padre se daría a labrar las canteras de tu templo, Señora, y mi madre a bordar lienzos para tu altar y a tejer izcahuipiles. Dijo el fraile que les pagarían con soles, hechos de la plata que salía al escarbar en esas tierras. Así fue que nos apartamos de Jucutácato, nuestra casa, cerca del río Cupatitzio.

Me bautizó fray Juan en la cascada de la Tzaráracua cuando el sol estaba en lo más alto de vuestros cielos. Al acercarme a la caída del agua, creí que llovían piedrecillas vivas, espíritus del agua sobre mi piel. El huipil de mi bautizo tenía calados de hilos blancos y azules, los colores de vuestro manto, Señora Virgencita. Poco antes de mi primera luna sangrada, mi madre y yo lo bordamos. Las aguas del caudal también les dieron cristianía a mis padres y a mí, tu nombre sin lavarme el mío. “In nómine Patris et Fili et Spiritus Sancti/ ¿quieres llamarte Gracia de María?”, me preguntó el franciscano interrumpiendo sus latines. Volví los ojos a mi madre, llevaba un cesto con orquídeas. “Sí, y también como me llaman mis padres, en la lengua”, contesté. Mientras derramaba la Tzaráracua en mi cabeza, Fray Juan de San Miguel dijo con el temblor de un colibrí en la voz: “Ego te baptizo in nómine Tziktzik Janik de María”.

En menos de lo que vuela un pájaro de un árbol a otro, mi corazón ya habrá parado su latido entre esos pedruscos, para recibir tu Gracia, Señora del divino nombre.

[i] Carmen Ros, escritora mexicana. Dra. en Letras modernas, docente e investigadora sobre temas de literatura y creación literaria. Autora de novela, cuento, crónicas, relatos, ensayo y textos periodísticos.

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6 comentarios en “Tziktzik JanikAñade los tuyos →

  1. Genial la narrativa apresurada de una mujer que, a punto de morir despeñada, es testimonio de lo q seguramente vivieron nuestros ancestros. Felicidades a la autora por regalarnos este delicioso manjar literario.

  2. Muy bueno, fuerte y el tema conecta ese mundo pasado y lo que seguimos viviendo, un terror que no se va. El lenguaje es importante para unir todo.
    Me gustó mucho

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