"La casa de Fabián"

El susto

Aún recuerdo que éramos unos chiquillos juguetones, todos andábamos entre los 7 y los 12 años de edad. Nos caracterizaba las rodillas raspadas, las ropas sucias y los rostros sudados con mugre, porque prácticamente nos la pasábamos todo el día jugando.

Saúl Peña Rosas [i]

Hace unos días visité la casa de mi viejo amigo Fabián, quien aún vive en el barrio donde yo crecí. No pude evitar recordar la vez cuando siendo niños jugábamos en su patio trasero a las escondidas. En esa ocasión, El Chore, uno de los cuates de la palomilla, aseguró haber visto, en uno de los pasillos, a su padre que había fallecido algunos años atrás.

Al principio no le creímos, pensábamos que estaba bromeando, pero al ver su cara pálida y la mirada fija llena de terror, supimos que no se trataba de un juego. Algo había pasado en ese lugar.

Aún recuerdo que éramos unos chiquillos juguetones, todos andábamos entre los 7 y los 12 años de edad. Nos caracterizaba las rodillas raspadas, las ropas sucias y los rostros sudados con mugre, porque prácticamente nos la pasábamos todo el día jugando.

Era cuestión de llegar de la escuela para aventar la mochila y salir a la calle a ver quién armaba el desmadre, ya fuera la reta de futbol, los encantados, las escondidas, las coleadas o pintar las casillas en las guarniciones de las banquetas para lanzar la pelota y salir corriendo a la base, que era el poste de luz de la esquina.

Vivíamos en la misma calle y veníamos de familias numerosas, por lo que cuando salíamos todos, llegamos a ser más de 20 escuincles desquiciando la cuadra a todo lo que dábamos. Si no eran pelotazos, eran gritos y risas, pero la vibra era sana, alegre, eufórica, con mucha pasión. Considero que aquí fue una etapa bastante buena de mi vida.

Esa ocasión la mayoría quiso jugar escondidas, yo quería echar cascarita. Para quien no sepa de qué se trata, es la típica reta de fútbol con la cuadra como cancha y las porterías hechas con piedras o tabiques. Ya hasta había imaginado cómo iba a estar armado mi equipo, el Taté tenía que ser portero, el Pingo delantero y la Sandy mi defensa porque como no sabía jugar, daba muy buenas patadas en las espinillas que hacía que le tuvieran mucho cuidado, eso desestabilizaba a cualquier equipo rival. Únicamente tenía que ganar el volado para poder escoger primero. Pero no fue así.

Empezamos a jugar a las escondidas y después de tantas veces de hacerlo los escondites se volvieron predecibles. Ya no había tanta emoción porque era cuestión de asomarse por debajo de los carros para poder reconocer, ya sea el pantalón, las calcetas de las niñas, o los zapatos de cualquier participante, y saber de quién se trataba para enseguida decir: un dos tres por fulanito que está atrás del carro blanco, amarillo, negro etc. Algunos más obvios intentaban esconderse detrás de los postes, árboles o macetas, dejando ver la mitad de su cuerpo y siendo reconocidos de inmediato. Eso estaba a punto de llevarme al hastío y casi casi, bostezar.

Pensé pedirles reconsiderar el jugar cascarita, pero en ese momento llegó Fabián. Fabián no tenía apodo porque su mamá siempre le dijo que no se llevara con nadie para que no le faltaran al respeto, de hecho era el único que nos llamaba a todos por nuestro nombres, lo cual nos parecía muy raro.

Con su tono serio y muy decente nos invitó a jugar a su casa, la emoción no se hizo esperar porque era una vivienda grande con muchos árboles, plantas, pasillos y cuartos que se volvían los escondites ideales. Allí sí valía la pena jugar escondidas, era el lugar perfecto para hacerlo, aparte de que tenía un aspecto un tanto lúgubre, misterioso, definitivamente era una construcción vieja que se asemejaba mucho a las casas del centro de la ciudad, con la particularidad de que esta tenía un enorme patio que fácilmente ocupaba lo que cinco lotes normales de cualquiera de nuestras casas.

Ingresamos a su domicilio y doña Carlota nos recibió con una enorme olla con agua de limón, definitivamente era una experiencia extraordinaria jugar en aquel lugar. Nos saludó fraternalmente y nos pidió dos cosas en especial: que tuviéramos mucho cuidado con sus plantas y que no debíamos pasar al último de los pasillos; pues éste conducía hacia unas escaleras de caracol que daban a la azotea de la casa de tres pisos. Supongo que quería asegurarse de que no sucediera algún accidente, de manera que, cuando nos invitaban, siempre ponía una enorme tabla cerrando el paso de dicho pasillo. Todos aceptamos sus condiciones y nos dispusimos a jugar.

"Los pasillos de la casa"
Fotografía: archivo Imagen99

Decidimos que el perdedor del juego anterior sería quien seguiría buscando a los demás, porque el juego había sido interrumpido y se tenía que concluir ya en la nueva sede. Así lo determinamos y fue Julia Mariana quien tenía la obligación de seguirnos buscando. De ver su cara de angustia por ser la primera vez que ella jugaba en esa casa, me ofrecí a formar un dueto de buscadores, a lo que absolutamente nadie se opuso.

Empezamos el conteo hasta veinte, pero ya desde los cinco segundos todos habían desaparecido como de rayo. Teníamos que salir los dos a buscar, puesto a que sería trampa dejar a alguien de manera permanente en la base de rescate, así lo hicimos con la condición de que uno debería quedarse a unos metros de ésta para no ser blanco del “un dos tres por todos mis compañeros” y volver al conteo de los veinte, hasta encontrarlos a todos sin permitir que nos ganaran la base.

Fueron varios intentos fallidos para lograr que alguien más tomara nuestro puesto, ya que del lugar que menos imaginábamos, salían para rescatar a los demás y otra vez volver a empezar el dichoso conteo, de verdad fueron tantas las veces, que lamenté mucho haberme ofrecido como buscador, “yo y mi gran bocota”.

Todo se llevaba con relativa normalidad cuando a punto de encontrar a todos sin que rescataran a nadie, faltaba el Chore.

Tardamos más de diez minutos buscándolo y decidimos gritarle la advertencia de que, si no salía a la cuenta de tres, se daría por encontrado, porque ni hacía “un dos tres por todos sus compañeros” ni aparecía, ni nada. Fue entonces que decidimos gritarle que saliera porque ya no lo íbamos a buscar más, era una de esas reglas improvisadas al juego que solíamos hacer cuando algo fallaba.

La gran sorpresa es que no salió por ningún lado, nos dividimos para buscarlo pero nadie lo encontraba. Fabián dijo que agotáramos la búsqueda porque si su mamá se enteraba, jamás nos dejaría jugar en su casa. Lo buscamos en parejas ya con cierto temor, la euforia y la alegría pasaron a ser preocupación y angustia, tanto que algunos se acobardaron y quisieron salir a la calle, pero el zaguán estaba cerrado con llave. Por un momento nos tranquilizamos y decidimos dividirnos para agilizar la búsqueda por todo el patio, pasillos y cuartos de aquella enorme propiedad.

Por supuesto, me tocó buscar con Julia Mariana por la parte final del patio, le dije que era necesario revisar el último pasillo, aquel que daba a las escaleras y que estaba bloqueado con una enorme tabla de madera. Ella no quería ir, de por sí era su primera vez en esa casa y luego bajo esas circunstancias, se negaba rotundamente, pero la convencí. Caminamos despacito, ella me tomaba del brazo y sus uñas se encajaban frecuentemente en mí, tanto que un par de veces me hizo gritar de dolor. Estábamos muy cerca del último pasillo, llegamos a la enorme tabla que lo bloqueaba y no había seña del Chore, intentamos ver por las rendijas pero no alcanzábamos a ver nada. Le dije que tendría que moverla pero no sabíamos cómo hacerlo, mis dedos no entraban en las rendijas y la tabla era tan alta que no alcanzaba la parte de arriba, aparte era muy pesada y gruesa.

Julia Mariana tuvo la idea de poner la llanta de camión que estaba a unos metros del jardín, fuimos por ella, la rodamos hasta recargarla en la enorme tabla. Cuando por fin lo logramos, me ayudó a trepar y ya apunto de asomarme por la parte de arriba, escuchamos un grito aterrador que nos heló la sangre. Caí de sentón y cuando pude voltear, Julia Mariana ya había corrido mejor que Usain Bolt. Como pude me levanté y corrí hasta donde estaban los demás. El grito hizo que la mamá de Fabián y dos de sus tíos, se dirigieran al último pasillo con todos los chamacos detrás de ellos como espectadores.

Los más pequeños empezaron a llorar y el ambiente estaba sumamente tenso. Finalmente los tíos de Fabián pudieron quitar la tabla. La sorpresa fue encontrar al Chore sentado en medio del pasillo, con las manos en las rodillas, mirando fijamente hacia el rincón donde iniciaban las escaleras de caracol, diciendo que había visto a su papá.

Nadie supo cómo llegó ahí, ni cómo pudo mover esa tabla tan pesada que ni yo, siendo tres años más grande que él, logré mover. Desde entonces el juego de las escondidas se volvió uno de los menos jugados entre los chicos de la palomilla.

[i] Saúl Peña Rosas es Licenciado en Comunicación y Cultura por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, autor de varios relatos y de la novela El día de tu muerte.

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69 comentarios en “El sustoAñade los tuyos →

  1. Buenísima historia, me la imagine y revivi mi niñez, cuando jugaba con amigos en la calle y nos divertíamos, hasta imaginábamos cosas que ni pasaban, pero nos asustaba, nos daba miedo ir al fondo de un mercado por un pasillo muy tétrico.

  2. De igual manera tu relato me llevó a lo que viví de niño aquí en nuestro Neza, recordé esas vivencias y muchas otras de cuando niño, seguiré al pendiente de otros escritos Saul, graacias.

  3. Regrese a mi infancia tan hermosa, recuerdos que nunca se olvidan, siempre fuimos esos niños inquietos, que nunca dejaron de sonreír, descubrir, imaginar, recuerdo la avalancha que hicimos, excelente

  4. Excelente, siempre nos adentras al relato, maravillosa infancia, como la de muchos, me encanta ese suspenso, tienes ese don, de llevar, de transportar a esos lugares. En hora Buena.

  5. Así, así fue mi infancia días tan maravillosos del ayer, solo me faltó la banqueteada sentados en la banqueta escuchando música, historias de terror o chistes que aún me hacen reír, tu historia también me hizo reír al imaginarme a Julia corriendo ja,ja. Y no me causa terror que chorro haya visto a su papá si no todo lo contrario, se manifestó para comunicarle que sigue con el. Que padre historia ya hasta me estaba imaginando con ellos. Ufff termine.

    1. El relato me transportó a mi niñez, cuando jugábamos a las escondidas, aqui, en la oriental, en la sur 22, hace ya muchísimos años, recuerdo que mi hermana era muy popular, y, yo creo, que yo, nada, pues no me buscaban, Jajajaja y salía de mi escondite muy triste y los demás ni en cuenta. Ahora que lo platico me da mucha risa acordarme. Me encanto el relato, gracias, mucho, éxito te lo mereces.

  6. Excelente historia te hace recordar esos hermosos momentos de la infancia cuando jugabas con todos esos niños de tu calle, como me gustaría revivir esos hermosos momentos otra vez, cuando no te preocupabas de nada y todo era felicidad.

  7. Cuando les platico a mis hijas que de niños jugábamos en la calle, se les hace difícil imaginarlo… Somos una generación privilegiada, me gustó tu relato, gracias!

    1. Por supuesto que fuimos una generación privilegiada, nos volvimos más inmunes porque hasta de la llave bebíamos agua. 😁✌

      Saludos Blanca.

  8. Guau……hasta hoy pude leerte, me transportarse ami niñez,fui imaginando todo, me tocaron esas épocas de hecho había una vecina que su casa daba miedo entrar Felicidades Saúl

    1. Me da gusto que por unos momentos recordemos lo dichosos que fuimos a pertenecer a una generación sin tanta tecnología y conmas creatividad e imaginación.

      Saludos cordiales
      😀✌

  9. Épocas en las que vaciabas las bolsas del pantalón de un niño, y encontrabas un trompo, unas canicas, una resortera, una rana, y hasta el anillo supersónico con con un compartimiento secreto, con algo muy valioso dentro. Unas caritas y manos llenas de tierra o lodo, según la época. Pero sobre todo, una inocencia, alegría, espontaneidad y creatividad.
    Hoy, desgraciadamente, vemos niños robotizados y esclavizados por los medios electrónicos.
    Un abrazo

    1. Indudablemente fue una época donde fuimos más activos, casi en todos los juegos requerimos de actividad física la cual fue muy favorable para nuestro desarrollo físico y mental.

      Gracias Eliseo
      Saludos cordiales

  10. Feliz infancia debiste tener, cuando plasmas en el papel tantas emociones, que claras son tus formas de presentar tus perspectivas de la infancia, que bien se siente leer tu narrativa clara y concisa, sigue adelante con tus proyectos, gracias TEN SALUD 🖖

  11. Wou Saul nunca te habia leído excelente escritor e historia yo tbn me imaginé ahí hasta sentir los nervios de ser encontrada detrás de un coche siempre añore vivir en una calle asi para jugar con los vecinos pero cuando iba con los primos así lo hacíamos maravillosa historia me da gusto ver tus éxitos tqm

  12. Gracias por compartir,como olvidar esa aventuras y juegos al lado de todos ustedes.no se me olvidan también historias de terror contadas frente a tu casa.Mi reconocimiento tu forma de narrar nuevamente me lleva a revivir los momentos de mi amada infancia.
    Esa calle tiene muchas historias,espero nos las sigas narrando saludos y reitero un gusto leerte.

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