La Tanatología

Con la Tanotología, he aprendido que para afrontar las pérdidas se necesita de una estrategia, una que permita manejar las emociones que se manifiestan en el duelo.

Miguel Ángel Cerón Miranda [i]

En la entrada de las instalaciones observo que hay un sinnúmero de carteles promocionales para: yoga, baile, desarrollo humano, cocina, entre otros. Me llama la atención uno que dice:

¿Estás pasando por alguna pérdida? como: trabajo, enfermedad, jubilación, fallecimiento de un familiar o amigo, mascotas u otra situación. Asiste al taller de Tanatología.

En palabras de Elizabeth Kubler-Ross, “la Tanatología es una instancia de atención a los moribundos”. Y justo yo estaba pasando por una pérdida por lo cual, sin pensarlo, me inscribí. Mi deseo era contar con herramientas para entender, desde este punto de vista, el proceso emocional que causa en uno el fenómeno de la muerte.

Después de dos largos años de confinamiento por la COVID19, el Centro Social del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Unidad Santa Fe de la CDMX, al fin abrió los cursos y talleres presenciales de Tanatología. Mi idea al inscribirme era continuar con mi capacitación en el área de desarrollo personal, aprovechando las prestaciones que tenemos las personas de la tercera edad.

La primera pregunta que me hice fue: ¿Seré un moribundo? Pero si sólo estoy cansado.

Sí me siento solo a pesar de estar casado, perdí peso, pero ¿moribundo?

Recuerdo que después de una noche con alta temperatura, desperté y al abrir los ojos, lo primero que veo es a un hombre de blanco, a su lado mi esposa con un semblante de angustia, podría decir que en sus ojos vi el miedo a la muerte. El médico diagnosticó en ese momento así: paciente con una fuerte neumonía. Sin embargo, yo sé que es algo más, lo emocional se traduce en que mi alma está fracturada, tengo una fuerte depresión, pero decidido en ese momento a sobrevivir.

Es entonces que puedo reconocer que era urgente solicitar ayuda profesional. Elizabeth Kubler-Ross tenía razón, en ese momento era un moribundo.

Ilustración: Jayme Sifuentes.

La culpa

Nunca imaginé que mi hijo formaría parte de una estadística trágica. En el año 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó que en México el número de decesos por alcoholismo es de 12,547 personas. En mi cabeza aún resuena ese dato y se convierte en culpa, en la culpa de no haberlo apoyado a mi hijo, Él empezó a beber desde edad temprana, me chantajeaba para financiar su vicio y se aprovechaba de que yo contaba con los recursos económicos. Tenía la esperanza que al madurar reaccionaría y dejaría el vicio. Cuando me dijo que se casaba me dio mucho gusto, pensaba con ingenuidad que, con una nueva responsabilidad, superaría las crisis del alcohol de manera mágica.

La ilusión pronto se rompió porque, el alcoholismo seguía, y el tiempo cobró la factura, cirrosis, enfermedad terminal. El partió con 29 años de edad. Ya ha pasado tiempo, pero no puedo superar la perdida de mi hijo, me siento culpable, no he podido superar mi perdida, por esa razón estoy en el taller de tanatología, buscando las herramientas necesarias que me permitan la aceptación.

La maestra

Se llama Mari, siempre tiene una sonrisa que genera confianza. Ella inició su carrera profesional como enfermera y al enfrentarse a la adversidad se especializó como terapeuta en tanatología. Dice que es su segunda carrera y como tallerista en el IMSS tiene una experiencia de siete años, además de ser conferencista y terapeuta, con sus talleres ha beneficiado a más de 300 personas,

Mari llegó a la Tanatología después de que los médicos diagnosticaron a su hija cáncer en el hígado, no obstante, de sus conocimientos en medicina y que su trabajo estaba relacionado con la vida y la muerte, se sentía impotente para ayudarla. La culpa, la tristeza, el enojo, la soledad y la falta de comunicación con sus semejantes, la llevó a buscar empatía. Afortunadamente la hija superó la enfermedad.

La adversidad siempre trae consigo un aprendizaje, Mari observó que las personas requieren de apoyo ante una pérdida y que ella podía brindar este servicio. También se especializó en cuidados paliativos, después en Tanatología y hoy está cursando la carrera de Psicología.

La clase

Las 10 de la mañana, inicia mi primera clase de Tanatología, varias compañeras ocupan sus lugares, cuando entro al salón voltean a verme y se hace un silencio. Percibo rechazo en su lenguaje corporal. Soy el único hombre del grupo. Ellas han tomado, con anterioridad, otros talleres y forman un grupo cerrado. La maestra no facilita la integración, me siento un poco decepcionado. Sin embargo, considero que el curso ayudará a mi desarrollo personal, así que lucharé por mi espacio, sé que tengo las herramientas para lograrlo.

Noviembre de 2022. Se aproxima el cierre del taller, siento que me he ganado la confianza de mis compañeras. La llave de entrada fue contar cuentos y compartir mis experiencias.

Con la Tanotología, he aprendido que para afrontar las pérdidas se necesita de una estrategia, una que permita manejar las emociones que se manifiestan en el duelo. En este proceso hay cinco etapas; shock, negación, negociación, depresión y aceptación. Así que descubrí que la terapia psicológica era indispensable para poder avanzar.  Al mismo tiempo cambié mis hábitos alimenticios y evité el consumo de alcohol.

La muerte es solo una extensión de la vida, no se muere, algunos creen que en la muerte solo hay una transformación, se pasa a ser esencia y energía del universo, misma que respiras todos los días. Ahora sé que no estoy solo, hay que vivir el presente y siempre tener una razón de existir.


[i] Miguel Ángel Cerón Miranda, estudiante del taller de Periodismo Narrativo, herramientas para contar historias, impartido en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Miguel Ángel es ingeniero Químico de la UNAM, jubilado en esa área pero cuentacuentos, ajedrecista amateur, amante de los libros y un buscador de historias.

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